Cuando un niño/a es diagnosticado con Trastorno del
Espectro Autista (en adelante TEA), ocurren diferentes cosas dentro de una
familia, de todas ellas, la más importante es el proceso de aceptación y acomodación a una situación inesperada y desconocida por la que los familiares,
sobretodo los padres deberán pasar, y en este proceso tan intenso todos se
podrán en marcha para encontrar la terapia perfecta.
¿Y cuál es la terapia perfecta para
niños con TEA? La respuesta es muy sencilla y fácil:
“La mejor terapia es aquella que consiga resultados
visibles en el niño/a y su familia resultando a su vez motivadora y
gratificante para el niño/a”
Cuando unos
padres llevan a cualquier terapia a sus hijos/as, tienen unas expectativas
sobre dicha terapia, esto quiere decir que hay algo que quieren lograr, bien en
su beneficio como unidad familiar o bien para beneficio del niño. Pongamos un
ejemplo; unos padres quieren que su hijo aprenda a pronunciar correctamente, en
este caso un logopeda podría ayudar a esos padres a conseguir su objetivo.
¿Qué ocurre en el caso de los padres de niños/as con
TEA?
Cuando estos padres buscan terapia muchas veces
ocurre que no está presente el objetivo a conseguir. Esto sucede porque
el TEA es un trastorno muy complejo de entender que abarca un abanico muy
amplio de dificultades en diferentes áreas del desarrollo. Por lo tanto a veces
cuesta ver los resultados de dicha terapia porque no saben donde está el logro.
Que ocurra esto es algo muy corriente, entre otras cosas porque los propios
especialistas solemos dividir al niño/a en compartimentos como si de una
sección del Ikea se tratara: para la comunicación el logopeda, para tratar
aspectos sensoriales el terapeuta ocupacional, para la adquisición de aprendizajes
el maestro, un psicólogo para trabajar teoría de la mente, ¡ah!, y no olvidemos
al fisioterapeuta y así un sin fin de “compartimentos” que parece que nunca
llegan a cubrirse.
Llevar a un niño/ a diferentes
terapias no es bueno ni malo. No está bien ni mal. Simplemente a veces NO es
necesario. Y ¿cuándo NO es necesario? En primer lugar cuando no sea funcional,
es decir que sirva realmente para su vida y en segundo lugar cuando repercuta
negativamente en la calidad de vida familiar. Muchos padres gastan gran
cantidad de su tiempo en llevar y recoger a su hijo/a de diferentes lugares
compaginándolo con el trabajo y las tareas del hogar. Misión imposible. Pero
ahí están ellos esforzándose porque su hijo/a reciba las mejores terapias a
costa de su propia salud y bienestar emocional. Cuando esto ocurre la terapia
NO está funcionando.
El niño/a depende directamente de su familia y
ésta a su vez es la principal impulsora de su desarrollo a lo largo de
su ciclo vital. Si una familia sufre estrés, su hijo lo sufrirá también, si una
madre o un padre no son felices, su hijo/a no lo será tampoco. Diferentes
estudios a lo largo de los años muestran la importancia que tiene la
repercusión del estrés parental en los bebés y por tanto en su posterior
desarrollo intelectual y emocional.
Comentaba al inicio del artículo que la mejor terapia
para niños/a con TEA era por un lado, aquella que consiga resultados visibles
en la familia y/o en el niño/a. Esto es fácilmente observable a las pocas
semanas de haber empezado la terapia, no esperes a ver resultados milagrosos
que llegarán a largo plazo, si hay resultados debes ver los cambios en el día a
día de tu hijo/a; en casa, en el parque, en el colegio….si esto no ocurre esta
terapia NO es necesaria.
Es cierto que muchas veces llegar al objetivo es
cuestión de constancia y esfuerzo pero siempre se van apreciando cambios que
van en dicha dirección. Que un niño/a en una sesión con su maestro, logopeda o
psicólogo haga un puzzle de 20 piezas, o reconozca el abecedario o los números
del 1 al 10 pero en su casa no pueda abrocharse el pantalón sin ayuda o no sea
capaz de pedir aquello que desea, es un signo claro de que esa terapia NO es
funcional y por tanto NO es necesaria.
La otra característica que debe tener una terapia es
que resulte gratificante para el niño/a. Todos hemos sido niños y podemos
recordar lo que nos fastidiaba ir a natación o a estudiar inglés. Imaginad si
además tenéis una mayor dificultad para la adquisición de nuevos aprendizajes,
tus periodos atencionales son más cortos e incluso que no comprendas el sentido
de la actividad. Sería horrible, ¿no creéis? Por ello cuando tu hijo/a no desee
asistir a terapia no lo obligues. Los estudios abalan que sin motivación,
participación e interés no hay aprendizaje. La mayoría de aprendizajes
adquiridos hasta los 6 años tienen lugar fuera de la escuela y en un ambiente
lúdico para los más pequeños.
Si estás buscando terapia para tu hijo/a con TEA te
ofrecemos algunos consejos que pueden servirte. Recuerda que no hay terapias
milagrosas, del mismo modo que no hay dos niños con las mismas características.
Piensa en tu hijo/a, en sus necesidades y en las tuyas.
- La terapia debe ser global, que perciba al niño como un Todo sin diferenciar por partes o áreas de desarrollo con diferentes especialistas. Esto requiere de profesionales muy cualificados que trabajen en un ambiente multidisciplinar. Un especialista en TEA debe enseñar a tu hijo/a teniendo en cuenta las áreas de desarrollo emocional, perceptivo-sensorial y cognitivo conductual.
- La familia tiene que ser el eje principal del programa de intervención, esto quiere decir que los padres son los que establecen los objetivos a conseguir y evalúan sus avances.
- Los beneficios deben darse en el niño/a y en la familia en su conjunto.
- Los aprendizajes tienen que ser funcionales, es decir, que mejore en su día a día y le sirvan para su vida adulta.
- La terapia debe ofrecer formación específica para los familiares.
Si la terapia se lleva a cabo en ambientes reales y
cercanos al niño y/o contextos lúdicos y divertidos para el niño los resultados
serán más rápidos.
No olvides
que TÚ eres quien mejor conoce a tu hijo/a, por lo tanto nadie mejor que TÚ
para decidir la terapia ideal.
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